lunes, 3 de noviembre de 2008

the violent nature

Parece que todos los recuerdos que tengo de Londres son lluviosos.
En todo sentido lluviosos, incluso si los días eran soleados, la cualidad nublada y deshecha se ha cosido a esa ciudad en mi mente.
Londres está estancado en mis pensamientos. Como una ciudad de derrumbes y violencia. De esos lugares donde el gris del cielo se les ha soldado a las personas y las apolilla.
Tengo un recuerdo recurrente, a los trece años cuando fui por primera vez a la Modern TATE de haber encontrado en las arañas gigantes de Louise Bourgeois esa condición desgatada. Verlas, fue una impresión de la que aún no me sobrepongo, yo me sentí diminuto dentro de esa galera frente a esos monstruos descomunales. Observarlas te hace sentir deteriorado y niño, además.


Deteriorada también es la gente de Rennes, con sus noches cinematográficas —principalmente caracterizadas por tener un desarrollo fantástico y gótico- donde Giovanni me acostumbró a vagabundear en sus interminables tenebrosidades, borrachos y luchando contra el frio.
Esas noches se me aparecen nubladas, mientras caminábamos en decenas embriagados hacia Place Sainte-Anne. A seguir intoxicándonos, héroes románticos. Vivimos para el instante, sólo por la exaltación del momento. Pero este goce del presente, que me hace vivir, en estas ciudades difiere su minuto por la consiguiente aceptación del mal. A media plaza, tropezándonos y luchando por no tirar las cervezas peleamos contra un monstruo de dos metros, cara de perro furibundo y aliento a 3000 aguardientes.


En Londres también pelee. En Chinatown contra dos imbéciles brabucones que, al igual que el ogro de Rennes usaban sus intimidaciones racistas para relajar sus tristes existencias. En esta lucha, debo aceptar, no quede nada bien parado.
Pero escúchame, si aquellos contra los que pelee los llamo monstruos con rabo y cuernos de los infiernos medievales que son estas ciudades. Yo también participaba en el grito de la inocencia ultrajada. Nosotros éramos el Satán romántico, joven, triste y bello, de una belleza que ignora la tierra.


Una vez más como el trabajo de Louise Bourgeois, con enigmáticos personajes como protagonistas. Hombres casas, súper hombres dotados, Habitaciones abandonadas y celdas acogedoras, emociones siniestras.


Creía entender todo sobre este tipo de lugares, creía poder oler el sentimiento y prepararme hasta que llego enero y me fui con Giovanni y Arantxa a Barcelona donde nos encontraríamos con Ari. Llegamos al amanecer e inmediatamente reconocimos un tipo diferente de ciudad, que no era Negra como Londres o Rennes, pero que tampoco brillaba como Nantes o Bordeaux. La ciudad se levantaba 2 o 3 pisos más alto que Paris, con edificios de figuras biomórficas que aluden a lo animal desconstruyendo la primacía del falo típico europeo y enfatizando la condición femenina del mar.


Ahí vimos juntos una obra más de Bourgeois, el Arch of Hysteria, un cuerpo dorado suspendido en el aire. No la reconocía en la escultura, ni a ella, ni a mí. Hasta que por primera vez, en las noches de embriaguez fui yo el brabucón y el violento, a lo mejor usaba las intimidaciones para relajar mi triste existencia. Todas las características como personaje, me llevan a estas palabras: Un Rey desdichado y frívolo. A media obscuridad y medio resplandor.


No mucho tiempo después y de regreso a la ciudad de la luz Vannek y yo fuimos a Bobourg, ahora sin nuestras acompañantes y sin las hordas embriagadas, no lo recuerdo muy bien, pero seguro que las noches seguían fungiendo su función intoxicante. Sin quererlo terminamos en una retrospectiva de la escultora que me viene acompañando desde los trece, donde pude ver sus mujeres formadas por un cuerpo arquitectónico cuya única forma de sujección son unas frágiles piernas que evitan el hundimiento de la figura. Ahora solo me recuerdan a mi única Femme Maison: refugio por un lado y prisión por otro.


Para mi Louise Bourgeois, se puede entender de la misma forma que en la sociedad occidental, ha tenido -o tiene-, fundamentalmente la Aristocracia, sus viajes y su posible comprensión del arte. Aportar a la sociedad el lujo y lo superfluo. Poder comprender la violencia natural en el ser es otra historia…

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